Con la Aparición del COVID-19, su declaración como Pandemia por parte de la OMS y todas las medidas dictadas para afrontarlo: se han generado niveles aún más altos de ansiedad y depresión en la población mundial.
Estas enfermedades mentales no son temas ajenos al conocimiento colectivo. De hecho, el uso de estos términos hacen parte de repertorio expresivo de gran parte de la población a nivel mundial. Aunque su uso y manejo no siempre es el más adecuado.
El cambio abrupto en las dinámicas y rutinas familiares, laborales, educativas e interpersonales: ha intensificado la percepción y sensación de inestabilidad, inseguridad, indefensión y descontrol.
Además, la aparición de irritabilidad, agresividad, poca comunicación asertiva e intolerancia, factores asociados a las causas y consecuencias de dichas enfermedades.
Suposición vs Diagnóstico – Ansiedad y depresión
La obtención y el manejo de la información en la actualidad está a unos pocos clic de distancia y a periodos de tiempo absurda-mente impensables hace varias décadas.
Esa inmediatez informativa aporta numerosos beneficios. Pero también aportan numerosos conflictos que pueden llevar, a aquellos que consumen la información, a suposiciones y autodiagnósticos. Lo que puede generar peligrosos impactos en la salud física y mental.
La tecnología está tomando cada vez más espacio en la vida diaria de las personas. Esta es, hoy por hoy, el medio más utilizado para la comunicación, realización de actividades y consultas de contenidos. Esto incluye todo lo concerniente a la ansiedad y la depresión.
Leer un contenido no necesariamente implica estar correctamente informado y orientado…
Por esto, una recomendación pertinente, es tomar esas suposiciones como hipótesis que conduzcan a la búsqueda de orientación y acompañamiento profesional para el diagnóstico. Al igual que el tratamiento o el descarte del padecimiento de estas enfermedades.
Un punto importante, es aprender a diferenciar estados específicos de estrés, con situaciones persistentes de ansiedad. Es justamente la duración del estado ansioso, la que debe considerarse como indicador para búsqueda de asesoría profesional.
Con respecto a la depresión…
Muchas personas definen de manera incorrecta estados de tristeza o apatía como depresión. Usan expresiones como: “estoy deprimido”, “tengo depresión” “el (ella) está deprimido(a)”.
Es necesario observar la recurrencia y duración de esos estados de tristeza. Ver como se ve afectado el correcto funcionamiento de la persona a nivel social, interpersonal, laboral y familiar. Al igual que la ansiedad, estos sirven como indicadores que apuntan a la necesidad de manejar la situación con ayuda de un experto.
Afectaciones de ansiedad y depresión en el núcleo familiar.
Toda enfermedad impacta en mayor o menor grado en la dinámica y estabilidad familiar. Así como también toda situación difícil.
Para ello, es indispensable el acompañamiento terapéutico. No solo para la persona que la padece, sino también para el núcleo familiar. Esto con el fin de realizar los ajustes necesarios que garanticen su funcionamiento y preservación saludable.
El manejo consciente de enfermedades mentales, como trastornos de ansiedad y depresión. Por parte de todos los integrantes de la familia, de sus signos y síntomas y los métodos adecuados de tratamiento: ayudan a la mejoría de la persona afectada.
Además, ayudan a prevenir la aparición de otras problemáticas físicas, psicológicas y emocionales dentro de núcleo familiar.
Lic. Freddy Díaz
Psicólogo Clínico, Capellán
Solicitud de citas para consultas personales, escribir al correo freandiro33@gmail.com
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Excelente artículo